Como sacadas de un cuento, las calles de San Petersburgo se visten con palacios y catedrales.

Las cúpulas doradas brillan bajo un tímido sol y los puentes sobre los canales regalan a la ciudad un aire místico y melancólico. El epicentro de la ciudad es el teatro Mariinski, donde late su corazón al ritmo del mítico ballet ruso.

San Petersburgo es una ciudad que ha sabido conservar su esencia, resistiendo orgullosa al paso del tiempo y a las vicisitudes de la Historia. Cuna de escritores, músicos y bailarines, la ciudad de los zares, y capital del Imperio Ruso durante dos siglos, tomó forma cuando en 1703 Pedro I el Grande decidió traer a los mejores arquitectos y artesanos para convertirla en la puerta de Europa y, para muchos, la capital más bella del mundo.

Ni la Segunda Guerra Mundial, con sus incansables bombardeos sobre la ciudad, logró destruirla. Los palacios y catedrales que se quemaron fueron reconstruidos, en una especie de milagro cultural que la ha convertido en superviviente de revoluciones, hambrunas y guerras. Un pasado turbulento que tiene reflejo en los numerosos cambios de nombre que ha vivido: de San Petersburgo a Píter, posteriormente Petrogrado, Leningrado y San Petersburgo de nuevo. Un tortuoso camino que ha desembocado en la armónica y misteriosa ciudad que hoy encontramos.

Un paseo por la Historia

San Petersburgo es una ciudad de excesos. A la desventaja de ser tan extensa se le contrapone poseer un transporte público barato y eficaz, que permite desplazarnos cómodamente en metro, autobús, trolebús o barco. Si tuviéramos que empezar el recorrido en un punto trascendental de la ciudad lo haríamos en la Avenida Nevsky, donde un recorrido a pie es lo más cercano a hacer un paseo por la Historia.

La avenida transcurre desde el Almirantazgo, símbolo del poder ruso, hasta el monasterio de Alexander Nevsky, en cuyo cementerio descansan figuras como Dostoievski, Chaikovski o Rubinstein. A lo largo del paseo se pueden contemplar magníficos palacios, museos, cafeterías y hoteles de cinco estrellas combinados con coquetos ‘bed and breakfast’. Si el visitante decide aprovechar la vibrante vida nocturna de la ciudad, observará que por la noche la impresionante arquitectura urbana se vuelve aún más bella, gracias a una portentosa iluminación que marca aún más las líneas arquitectónicas de los edificios modernistas más destacados de la ciudad.

Si es domingo, merece la pena detenerse en Santa María de Kazán y contemplar sus ceremonias ortodoxas, largas y cantadas, donde las mujeres se cubren la cabeza y los hombres, de pie, miran con gesto de contención a un altar lleno de iconos, besados incansablemente por un público fervoroso que desoye todas las recomendaciones sanitarias que aconsejan la desaparición de estas prácticas.

Muy cerca de allí se encuentra el Belmond Grand Hotel Europe, donde Dostoievski escribió algunas de sus más famosas novelas, inspiradas en la vista urbana que podía contemplar desde su habitación favorita. Quien desee probar la famosa gastronomía rusa tiene en este hotel una magnífica oportunidad de degustar las famosas tortitas

Arte en estado puro

Los amantes del arte han convertido a San Petersburgo en centro de peregrinación. La ciudad vive volcada en su famoso ballet, que tiene su referente en el Teatro Mariinski, uno de los más antiguos e importantes del mundo.

Llamado así en recuerdo de la emperatriz María, esposa de Alejandro II, el edificio fue conocido en la época soviética como Teatro Kirov. Su construcción fue terminada en 1859 y estuvo a cargo del arquitecto Albert Cavos. Fue inaugurado un año más tarde con la representación de la ópera “Una vida por el zar”, de Mijaíl Glinka.

La fachada renacentista del teatro es solo una premonición del suntuoso interior, que ha visto brillar a bailarines ilustres, como Anna Pavlova o Wazlav Nizhinski, y mantiene una decoración que apenas ha variado desde el siglo XIX. Las pilastras, los bajorrelieves, las puertas de espejo, las pinturas del techo y el espléndido telón colocado en 1914, durante la época dorada del ballet ruso, son capaces de dejar sin respiración a los visitantes incluso

antes de que empiece el espectáculo. Ver un ballet en el Mariinski es una emoción que nunca se olvida.

Siguiendo la ruta artística, el paseo puede encaminarse hacia el Museo del Hermitage, en el Palacio de Invierno. Más de tres millones de obras artísticas esperan a los visitantes en el que es considerado uno de los museos más antiguos y extensos del mundo. En estas instalaciones se puede contemplar desde pinturas a esculturas, pasando por armas
y joyas, partiendo desde la antigüedad y hasta el siglo XX. Un museo al que se podría dedicar un día entero sin posibilidad de verlo al completo.

Palacios y catedrales

Iglesias y palacios salpican San Petersburgo, deslumbrando al visitante por su belleza, tanto exterior como interior. La Catedral de San Pedro y San Pablo es reconocida por su impresionante aguja de oro, que se alza hasta los 122 metros de altura, visible en toda la ciudad. Su interior esconde las tumbas de los emperadores rusos, con sarcófagos de incalculable valor. Todavía es común ver llorar a visitantes locales junto a las celdas que sirvieron como sala de torturas a los presos durante la época de Stalin. Una época oscura que también se puede observar en el Palacio Yusupov, en cuyo sótano fue envenado Gregory Rasputin antes de que le tirotearan y se ahogara en uno de los canales cercanos.

Para ver unas excelentes vistas de la ciudad hay que acercarse hasta el campanario de la Catedral Smolny, donde las preciosas cúpulas se combinan con torres barrocas al gusto de la época. Otra posibilidad es visitar la Catedral de San Isaac, originariamente la iglesia principal de la ciudad y la más grande de Rusia. Subir los 300 escalones que conducen a la columnata sin duda merece la pena.

En la Iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada podemos contemplar preciosas cúpulas e impresionantes mosaicos. Este templo fue levantado justo en el lugar donde fue asesinado en 1881 el emperador Alejandro II, abuelo del último zar ruso, Nicolás II, también asesinado junto a su familia tras estar recluidos en Pushkin, a las afueras de San Petersburgo.

A varios kilómetros también se encuentra Peterhof, que conserva una de las habitaciones más valiosas del mundo, la Sala Ámbar, destruida durante la Primera Guerra Mundial y reconstruida por completo en 2003, tras un proceso que duró cerca de 20 años y costó más de once millones de euros.

Una ciudad sobre el agua

San Petersburgo, modelada al estilo francés por los mejores arquitectos del mundo siguiendo el capricho de Pedro I el Grande, está asentada en más de 45 islas, separadas por canales y unidas entre sí por 342 puentes sobre el río Neva, lo que le ha dado a la ciudad el sobrenombre de “La Venecia del Norte”.

No hay ningún puente igual que otro. Algunos son más sencillos, mientras que otros lucen una elegante decoración, como el Puente del Banco o el de los Leones, y otros, más pintorescos, son los preferidos por la población local, como el Puente de Colores.

En los últimos días de junio, aprovechando que el sol nunca se pone en la ciudad, San Petersburgo desarrolla una intensa vida cultural. Todo el mundo está invitado y más de una decena de puentes se elevan para dejar pasar barcos y cruceros, mientras centenares de personas aprovechan el buen tiempo para pasear por las orillas del Canal Neva.

Estos puentes abiertos son el mensaje que San Petersburgo lanza al mundo. El orgullo de una ciudad con la capacidad de superar cualquier adversidad y que hoy se alza para mostrar su historia con la vista puesta en un futuro prometedor.

Curiosidades sobre la ciudad de los zares

  • En San Petersburgo, las temperaturas durante el invierno bajan en ocasiones de los diez grados negativos, mientras que en primavera y otoño no suelen pasar de diez grados positivos. Por ello, la mejor época para pasear por la ciudad es el verano, donde la temperatura se mantiene constante en torno a unos más que agradables 18-20 grados.
  • Si tienes pensado disfrutar del ballet de San Petersburgo, no visites la ciudad en los meses de julio, agosto y septiembre, cuando la primera compañía realiza su gira mundial.
  • San Petersburgo fue uno de los lugares que más sufrió con la Segunda Guerra Mundial. Una de sus épocas oscuras fue el sitio de la que entonces era llamada Leningrado. Duró casi 900 días, entre 1941 y 1944, y más de un millón de personas murieron de hambre o de frío.
  • El metro de San Petersburgo es uno de los más profundos del mundo, al estar construida la ciudad en una zona de marismas por el interés de Pedro I el Grande de dar a la ciudad un aspecto veneciano.